Este contrato sexual, María considera que abarca en detalle, de forma milimétrica, las libertades, las soberanías, los espacios, los tiempos, los lugares, los goces. De allí la importancia de desentramarlo de manera crítica.
“El desgaste, especialmente de las organizaciones mixtas, es la discusión en el día a día. No por nada estamos aquí. Todas vienen de organizaciones mixtas, sin embargo, tenemos 4 hombres y 16 mujeres. ¿Dónde están los tipos? Ustedes, qué hacen cumpliendo aquí conmigo, cumplir un contrato sexual de sus organizaciones. Asistir y sostener lo que otros no están dispuestos a sostener. Es un encuentro fatal, contradictorio en sí mismo”, dice María.
Y nos advierte que explicitar el contrato sexual es un proceso largo que nos puede tomar la vida entera: “Una característica que tiene el contrato sexual es imponerse permanentemente, más allá de las discusiones, procesos, etcétera. Tiene un carácter reaccionario. Por decir, por ejemplo, en Bolivia, a mí me gusta pisar tierra. Digamos que se dio, hemos estado en todas las marchas bolivianas, se dio una marcha por el Parque nacional Isiboro Secure, puerta de entrada a la Amazonia y colinda con territorios cocaleros, el Tipnis, pueblos indígenas enteros marcharon por esos territorios. La sola discusión de la defensa del territorio y la decisión de marchar fueron decisiones que impactaron en esos pueblos en un sentido mayúsculo: llegar desde la Amazonia a los Andes para instalar una negociación al más alto nivel. Pero la marcha va a reeditar el contrato sexual que existía en la casa. Y la marcha se convierte, si bien es un escenario de debate, de ilusión, épico, de lucha, de protagonismo social, al mismo tiempo la marcha re instala, reproduce, carga en su caminar con el contrato sexual”.
Como feminista, María afirma de manera muy fuerte que todas las discusiones más importantes giran en torno del contrato social y se deja de lado el contrato sexual: “El contrato social es discutible, dinámico, se pueden cambiar los términos, es negociable, pero el contrato sexual no”.
“Estoy hablando de esa marcha porque una de esas marchas es un escenario extremo de desplazamiento político hacia adelante, te has salido del cotidiano y de posibilidad de replanteamiento de otras cosas que efectivamente suceden. El pueblo entero cambia de visión de sí mismo, las niñas y los niños, se empieza a generar una relación muy fuerte con la ciudad, con la toma de la palabra, con el discurso autoafirmativo. Tú ves que sí, hay un proceso social alucinante de despliegue, que seduce, que te conmueve, que te convoca y, por eso, estás ahí. Pero el contrato sexual no se devuelve, sino que reacciona, se convierte en el escenario reaccionario y estructural de las relaciones de ese despliegue. ¿Quién cocina, quién se encarga de los niños y las niñas, quién habla, quién duerme con quien, quién decide con quién va a dormir y con quién no, quién lava la ropa?”.
María plantea que el contrato sexual vuelve a funcionar como articulador reaccionario: “Por qué, podemos darnos 40 mil explicaciones. Vamos a discutir dónde está el cielo y dónde está la tierra, pero no vamos a discutir quién cocina, vamos a discutir el límite de nuestro territorio, pero no quién se acuesta con quién y quién no. Propongo explicitar el contrato sexual, hacerlo visible”. Para negociarlo, explicitarlo.