#01 NO SE PUEDE DESCOLONIZAR SIN DESPATRIARCALIZAR
Por Redacción La tinta

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“La lógica de la lucha no es la victoria finalista, sino el sabotaje permanente y tenaz. Por eso, al plantear la despatriarcalización, nos planteamos un sujeto, un horizonte, una práctica y muchas luchas al mismo tiempo. Es una matriz que da para echar raíz y dar frutos a la vez”.
María Galindo.

 

“Cuidar la semilla y la palabra” es el nombre que elegimos para esta segunda edición de la Cátedra Libre Ideas Menores, que surge en el 2018 con la intención de tejernos en ideas y en experiencias organizativas. Esto, en una búsqueda por generar reflexiones críticas que nos ayuden a comprender y andar este mundo en crisis.

Una crisis que es la posibilidad de transformar, quebrar las seguridades de las grandes teorías, movernos de los lugares cómodos del pensamiento. ¿Cómo podría ser la vida si ya no dominara la acumulación de capital? ¿Cómo accionar políticamente, de manera profunda y urgente? ¿Cómo comunicar el mundo que queremos? Nos preguntamos por la actualidad y buscamos releer críticamente las contribuciones teóricas y políticas del pasado, aquellas que se encuentran enraizadas o perdidas bajo tierra. Revisar las voces menos audibles, las más esquivas a lugares consagrados de las grandes teorías.

Durante el primer módulo, “No se puede descolonizar sin despatriarcalizar”, tuvimos dos instancias. Un encuentro con Mar Sánchez Rial y Natalia Roca de Colectivo Manifiesto (Córdoba) y un segundo encuentro con María Galindo de Mujeres Creando (Bolivia). Aquí, la sistematización de este rico proceso de aprendizaje. A su vez, nos encontramos con las compañeras de la organización barrial Libres en Lucha de barrio Maldonado (Córdoba) con quienes compartimos su recorrido organizativo a lo largo de los últimos años.

A despatriarcar

María Galindo pertenece al colectivo Mujeres Creando y, para compartir sus luchas, vino desde La Paz, Bolivia. Las únicas maneras de borrar las fronteras es con el propio cuerpo, nos dice cuando empezamos el taller. Y explicita desde qué lugar toma la palabra: “Hablo desde un papel en blanco, desde una cámara, desde un prostíbulo autogestionario, desde una cooperativa, desde un puesto de feria donde tengo que vender productos y también hablo desde entrevistas súper homofóbicas, idiotas, donde me etiquetan. Hablo desde unas fiestas que organizamos, también hablo desde una borrachera, desde un cigarrito que me gusta. Yo estoy hablando desde una vida cotidiana. La palabra revolución nos queda grande, nos queda chica, es como un espejismo, de pronto, creemos que estamos cerca y que se aleja de nuevo, pero lo que sí está muy cerca es nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestros afectos. A mí me parece que nos acerca mucho a la revolución”.

María nos cuenta que estuvo reflexionando mucho sobre qué proponernos para el taller: dado que quienes fuimos parte de esta Cátedra Libre pertenecemos a organizaciones mixtas, dado que la relación hombre-mujer está en crisis, nos convida un primer taller dentro del taller: “No vengo de tu costilla, vienes de mi entrepierna”. Un juego con una trampa en medio y una pregunta binaria que nos incomoda a todxs: ¿tú te consideras hombre o mujer?

La ronda va tirando respuestas y María nos cuenta que es un taller que hace con niñxs, con jóvenes, en comunidades y, como primer resultado, genera un divertimento. Las respuestas ante la pregunta son diversas: mujer, por el dolor de aguantar todos los meses la menstruación; mujer, porque me nombraron; mujer, por cómo me enseñaron a vestirme; lesbiana, no me siento cómoda en ninguno de los dos; mujer, por la relación con otras mujeres; mujer, por lo que no me dejaron ser y quiero ser; mujer, elijo y me gusta; a veces, me siento más hombre que mujer; queer, ni hombre ni mujer.

“Este primer ejercicio es un ejercicio tremendamente político, pero que no hemos problematizado lo suficiente. Es verdad que, en la vida social, política y cotidiana, somos etiquetadas o se nos hace esta pregunta de forma impositiva y clasificatoria muchas veces en la vida, y tiene muchísimas connotaciones”, dice María. Con inquietudes y el cuerpo desordenado, nos acercamos al siguiente ejercicio.

Autoretratarse en el desorden

“Empecemos por la niña campesina que deja la escuela. El padre jamás se hubiera esforzado en que retorne a la escuela, sino que la familia entera se hubiera acostumbrado rápidamente a la ayuda de esa niña en la casa, por lo que jamás Evita hubiese sido ni abanderada de la escuela ni la hubiera terminado tampoco.

Con Eva ya joven, la presión sobre ella hubiera sido muy fuerte para que se case en la misma comunidad. Si para huir de esa presión Eva hubiese decidido migrar, como lo hizo Evo, la migración de ella hubiera sido considerada una falta imperdonable que se hubiera castigado con el despojo de tierra y de ganado.

En Oruro, probablemente Eva se hubiera cambiado la ropa y se hubiera vestido de chota; categoría que, en el caso de Evo, no existe. No se hubiera insertado ni de panadera ni de platillera, sino de trabajadora del hogar. Si en esas circunstancias, Eva, insatisfecha de la vida como trabajadora del hogar, hubiera fugado hacia el Chapare -eso siempre y cuando en el camino no hubiese quedado embarazada bajo cualquier circunstancia-, probablemente hubiese llegado a esa región al menos con una experiencia traumática de violación o acoso sexual.

En el Chapare, el sindicato no la hubiera invitado jamás a ser parte ni menos le hubieran elegido en una cartera, ni de deportes ni de nada. Ella no hubiera accedido a un chaco propio y hubiera tenido que insertarse o como mujer en situación de prostitución o como pareja de algún cocalero para servirle gratuitamente en la casa como esposa y luego poder insertarse, más tarde, a la organización de mujeres cocaleras.

Eva jamás hubiera abandonado, como lo hizo Evo, a sus hijos e hijas en manos de sus respectivos padres para continuar su vida política, porque, si se hubiera insertado en el sindicato, hubiera sido únicamente como mujer casada, porque como soltera la hubieran hostigado las propias mujeres.

A la altura en que Evo llega al Parlamento, si hubiera sido mujer, ya tendría entre tres y cuatro wawas a su cargo, y un padre de esas wawas irresponsable, como lo fue Evo, por lo que hubiera tenido que criarles con lo que sea. Probablemente, hubiera tenido que sacar un microcrédito usurero de Pro Mujer o BancoSol para hacer masitas, vender dulces o tener un puesto en el mercado en Cochabamba, Oruro o La Paz de frutera, verdulera o contrabandista de ropa usada.

Si Evo hubiera sido mujer, no hubiera llegado a parlamentaria ni a Presidenta, no por falta de carisma, no por falta de compromiso político, no por falta de ideas, no hubiera llegado ni a dirigente ni a diputada ni a Presidenta precisamente por todos los Evos que en el camino se hubieran aprovechado de su trabajo y de su afecto.

El tránsito de Evo, si hubiera sido mujer, hubiera sido de imilla a ama de casa, o de imilla a chota. Como chota o puta o madre soltera y como madre soltera, madre endeudada. Como madre endeudada o como chota joven, hubiera conocido de cerca el aborto clandestino. En este, ella hubiese podido haber muerto en el anonimato, sin que siquiera su familia la acompañe, menos su amante o marido.

Pero si esa Eva fuese Presidenta, sin dudar ni un minuto: despenalizaría el aborto simplemente para que las mujeres pobres no mueran, condenaría la violación dentro del partido y en las organizaciones sociales, y no las taparía y socaparía, como lo hizo Evo en el caso de Sucre, y exigiría que todos y cada uno de los militantes del MAS cumplan con las pensiones familiares para con las wawas que van abandonando en el camino.

Esa Eva no les regalaría a las trabajadoras del hogar una cartulina que dizque es libreta de trabajo, sino que les daría becas de estudio, seguro de salud, seguro de vejez y entendería todos y cada uno de los sueños de las mujeres bolivianas”.

María Galindo, “Si Evo hubiera nacido mujer”

María nos invita a pensar nuestras trayectorias de vida a partir de este texto. Y nos propone un segundo ejercicio: asignar un personaje, el sexo opuesto, al que nombramos en el ejercicio anterior, también con esta consigna de jugar en lo binario que nos impone la sociedad hegemónica. Y nos invita a escribir un auto retrato, un ejercicio de imaginación sociológica, contando qué hubiese sido de nosotrxs si hubiésemos nacido con un sexo biológico diferente al que tenemos. Un ejercicio muy personal en el que algunxs entramos en detalles. “¿Para qué creen que puede servir un ejercicio así en la organización?”, nos interpela María.

Empatía, reconocerse, reconocer los privilegios, desnaturalizar, entender las opresiones, valorarnos, identificar que hemos moldeado disciplinamiento, entender las trayectorias de donde venimos, fueron algunas de las respuestas. Yo lo veo muy por otro lado, dice María.

“Desde mi punto de vista, sólo sirve para desordenar un poco. Para provocar. Yo entiendo por sensibilización algo mucho más radical, sirve para desordenar, para descolocar, ¿cómo sería tu vida si fueras mujer? Pero también sirve en tu sentido inverso. Este ejercicio, lo tomo como un ejercicio de desorden sexual sin plantear modelos de nada”.

El contrato sexual

Galindo nos propone hacer un análisis político de nuestras organizaciones y nuestras vidas cotidianas. El ejercicio anterior en torno a las categorías mujer- hombre y unas categorías intermedias fueron utilizadas para desordenar esta clasificación. En la segunda parte del taller sobre la base de este desorden que provocamos, Galindo se metió al análisis de nuestras organizaciones. De nuestros acuerdos. De nuestra distribución de la palabra, del dinero, de nuestra distribución del tiempo.

“Lamentablemente o no, porque estamos hablando de estructuras políticas, históricas, complejas, de estructuras que tienen componentes de muchas cosas al mismo tiempo, el o los contratos sexuales no son contratos sexuales simplemente de los que las lesbianas estemos por fuera o de los que los hombres estén por fuera o las mujeres, o la mariconada pueda estar por fuera o las personas queers puedan estar por fuera, el contrato sexual es un orden de cosas tan hegemónico, que quizás el desafío no es dónde te colocas, sino cómo destruyes el contrato sexual. Bajo qué régimen de contrato sexual se trabaja políticamente en tu organización o en tu vida cotidiana, o en tu colegio, en tu barrio”.

Galindo plantea que el contrato sexual es tan perverso que, primero que nada, es tácito, no explicitado. En segundo lugar, es un contrato sexual que, al ser tácito, “es subterráneo, encubierto, maquillado, encriptado”. Entonces, ¿cómo funcionan estas características?

Puede que aquí discrepemos, nos advierte María, siempre desde un lugar propositivo: “Yo planteo que, al tener estas características el contrato sexual, al estar sumergido y oculto, tú tienes un conjunto de relaciones explícitas que no sirven para resolver el contrato sexual. Llegamos a un acuerdo que no sirve porque, en el fondo, las relaciones explícitas están gobernadas por un contrato sexual tácito, oculto y encriptado”.

Este contrato sexual, María considera que abarca en detalle, de forma milimétrica, las libertades, las soberanías, los espacios, los tiempos, los lugares, los goces. De allí la importancia de desentramarlo de manera crítica.

“El desgaste, especialmente de las organizaciones mixtas, es la discusión en el día a día. No por nada estamos aquí. Todas vienen de organizaciones mixtas, sin embargo, tenemos 4 hombres y 16 mujeres. ¿Dónde están los tipos? Ustedes, qué hacen cumpliendo aquí conmigo, cumplir un contrato sexual de sus organizaciones. Asistir y sostener lo que otros no están dispuestos a sostener. Es un encuentro fatal, contradictorio en sí mismo”, dice María.

Y nos advierte que explicitar el contrato sexual es un proceso largo que nos puede tomar la vida entera: “Una característica que tiene el contrato sexual es imponerse permanentemente, más allá de las discusiones, procesos, etcétera. Tiene un carácter reaccionario. Por decir, por ejemplo, en Bolivia, a mí me gusta pisar tierra. Digamos que se dio, hemos estado en todas las marchas bolivianas, se dio una marcha por el Parque nacional Isiboro Secure, puerta de entrada a la Amazonia y colinda con territorios cocaleros, el Tipnis, pueblos indígenas enteros marcharon por esos territorios. La sola discusión de la defensa del territorio y la decisión de marchar fueron decisiones que impactaron en esos pueblos en un sentido mayúsculo: llegar desde la Amazonia a los Andes para instalar una negociación al más alto nivel. Pero la marcha va a reeditar el contrato sexual que existía en la casa. Y la marcha se convierte, si bien es un escenario de debate, de ilusión, épico, de lucha, de protagonismo social, al mismo tiempo la marcha re instala, reproduce, carga en su caminar con el contrato sexual”.

Como feminista, María afirma de manera muy fuerte que todas las discusiones más importantes giran en torno del contrato social y se deja de lado el contrato sexual: “El contrato social es discutible, dinámico, se pueden cambiar los términos, es negociable, pero el contrato sexual no”.

“Estoy hablando de esa marcha porque una de esas marchas es un escenario extremo de desplazamiento político hacia adelante, te has salido del cotidiano y de posibilidad de replanteamiento de otras cosas que efectivamente suceden. El pueblo entero cambia de visión de sí mismo, las niñas y los niños, se empieza a generar una relación muy fuerte con la ciudad, con la toma de la palabra, con el discurso autoafirmativo. Tú ves que sí, hay un proceso social alucinante de despliegue, que seduce, que te conmueve, que te convoca y, por eso, estás ahí. Pero el contrato sexual no se devuelve, sino que reacciona, se convierte en el escenario reaccionario y estructural de las relaciones de ese despliegue. ¿Quién cocina, quién se encarga de los niños y las niñas, quién habla, quién duerme con quien, quién decide con quién va a dormir y con quién no, quién lava la ropa?”.

María plantea que el contrato sexual vuelve a funcionar como articulador reaccionario: “Por qué, podemos darnos 40 mil explicaciones. Vamos a discutir dónde está el cielo y dónde está la tierra, pero no vamos a discutir quién cocina, vamos a discutir el límite de nuestro territorio, pero no quién se acuesta con quién y quién no. Propongo explicitar el contrato sexual, hacerlo visible”. Para negociarlo, explicitarlo.

Explicitar el contrato sexual

El contrato sexual hegemónico funciona como tal también al interior de una organización GLBT, aclara María y nos dice que abarca las libertades, las soberanías, los espacios, los tiempos, los goces y muchos casilleros más.

“El contrato social es el discurso explicitado de las relaciones evidentes. Yo, como feminista, digo siempre que el contrato social es el discurso de las relaciones entre hombres. Yo en eso soy bastante radical, la escuela, el Estado es un contrato social de relaciones entre hombres. La ley es un contrato social de relaciones entre hombres. La economía es un contrato social de relaciones entre hombres. El contrato social es siempre susceptible de ser modificado, porque es el discurso y, además, yo digo porque es entre hombres. Pero el contrato sexual que es el contrato de poder, atribuido a la condición sexual, es el contrato indiscutible. Que no entra en la institución, que no está explicitado. Que además, muchas veces, está visto como despolitizado. No es parte de la agenda política, en nuestras organizaciones, que están dispuestas a llevar sus discusiones hasta muy lejos, pero nuestras organizaciones, hacia adentro, no están dispuestas a discutir el contrato sexual. Que funciona de forma reaccionaria. Cuando una organización está en plan de avanzada, el contrato sexual funciona en sentido conservador, jalando las cosas para atrás”, afirma María.

¿Qué pasa cuando explicitamos el contrato sexual?

“Qué es lo que me estoy imaginando. Primero, cuando lo explicitas de la forma más detallada del mundo, se vuelve muy grotesco, te puede llevar a romper con tu pareja, a una crisis de la organización. Porque, además, es milimétrico. Si tu explicitas ese contrato, el contrato mismo te indispone, te produce una náusea, un disgusto, una frustración, una insatisfacción que tienes que resolver. ¿Cuál es el escenario político, el momento para hacer esa explicitación? De mi experiencia en organizaciones mixtas, nunca, porque siempre hay algo más importante, algo más prioritario, porque, además, explicitar el contrato sexual se lo denuncia como disociativo. No es una tarea fácil. Pero todos lo perciben. El rato que lo explicitas es como un momento de esclarecimiento, de sinceramiento”.

 

Paso 1: Explicitar al detalle

 

Paso 2: Cuestionar, repensar, negociar

 

¿Y después de cuestionar? ¿Qué hacemos?

“Cuando explicitas el contrato sexual, es un acto político que tiene que ser colectivo. Un contrato es una relación, si explicitas, vas a una renegociación. ¿Qué rol asumo yo en el contrato sexual? Es un problema político de primer orden”, afirma María.

Al ser un contrato de relaciones, implica hacerse cargo de las mismas y de la aceptación en torno al mismo. Implica también hacerse responsable de que eso esté pasando: “Por eso, me gusta la palabra contrato, te responsabiliza. Tú estás suscribiendo con tu cuerpo este tipo de relaciones. La idea de corresponsabilidad me parece súper necesario. No estoy de acuerdo con esto, pero soy partícipe de eso. Si una organización quisiera hacer este análisis que es súper útil, cuando digo al milímetro, voy por las libertades, los goces, cuáles son. Punto por punto. Ese es un análisis muy en detalle y muy sanador”.

Como acto sanador, como acto político hacia adentro, también es súper útil para las mujeres, nos dice María, porque nos estaríamos haciendo cargo de lo que estamos aceptando y habilitando de alguna manera.

Sujetxs

“El feminismo está jugando un papel fundamental histórico. Creo que el feminismo forma una especie de articulación subversiva muy importante de todas esas otras luchas. Y eso no lo podemos perder. ¿Cuál es esa articulación? Yo la resumo en la disputa de sentidos. Nuevos sentidos que podemos construirlos desde la radicalidad del feminismo. ¿Cómo se construyen esos nuevos sentidos? ¿A partir de qué? ¿A partir de un nuevo Karl Marx del siglo XXI? Porque Marx diseñó, en el fin del siglo XIX, las categorías que articularon las luchas del siglo XX, nos guste o no nos guste. O nos disguste inclusive. ¿Cómo vamos a articular las luchas que vienen? ¿A partir de qué?”, plantea María.

Y propone articularlas a partir del sujeto, pero ¿quién es el sujeto?

“Yo vengo, porque tengo 55 años, de ese lugar de la historia donde se me decía: ´Tú no eres el sujeto. Puedes ayudar, puedes hacer la comida, puedes estar en mi cama, pero no eres el sujeto, cariño. No eres la vanguardia, no eres las ideas, no eres nada, pero ven, te necesitamos´. Entonces, de la revuelta de esa negación del sujeto es que surge, para mí, la fuerza de este feminismo. Entonces, el sujeto soy yo, el sujeto eres tú, el sujeto somos todas. Hoy, no podemos frente a la dispersión, frente a la desarticulación de las luchas sociales que ha provocado el neoliberalismo, nosotras no podemos tomarnos la arrogancia, la barbaridad, la violencia de negarles esa condición de sujeto de lucha a nadie. El feminismo no está, desde mi punto de vista, como ese lugar para negar la condición de sujeto a nadie, sino para articular un sujeto complejo”.

Complejo quiere decir más allá de la identidad, más allá de la etiqueta, nos explicita María ante las dudas de esa complejidad. Y afirma que la acción básica del sujeto es la toma de la palabra, la que construye el significado: “Y ese significado es la renovación de los sentidos de todo. No podemos disputar sentidos sin sujetos. No podemos disputar sentidos sin palabra”.

La palabra en primera persona

“Si se toma la palabra una vez, se sale de ese silencio, ese es un proceso que va a ir a más”.
María Galindo.

“Un papel, un lápiz, una palabra y una persona que se haga cargo de esa palabra. Y ese es el sujeto. Y ese sujeto es capaz de disputar sentidos”.
María Galindo.

La toma de la palabra en primera persona es presentada por María como un código ético político. Nos cuenta que, en Radio Deseo, nadie habla en nombre de, en tercera persona: a nombre de las putas, a nombre de las trans, a nombre de las trabajadoras del hogar, a nombre de las indias, a nombre de las locas. No. Cada quien habla desde lo que es en una búsqueda por un sentido propio. Nos invita a construir la palabra clara, sencilla y directa: “Ese es el proceso político más subversivo para mí. Después de eso, se construyen las otras prácticas”, dice.

 

Disputa de sentidos

¿Cuál es el escenario donde la disputa de sentido adquiere materialidad, resonancia, fuerza o, simplemente, se da?, nos y se pregunta María.

“La disputa de sentidos más conservadora tiene lugar en la academia. Tal es así que la academia puede expulsarte cuando planteas una disputa de sentidos más radical. Entonces, yo planteo que la disputa de sentidos tiene como escenario principal, no quiere decir el único, la calle y la vida cotidiana”, afirma María. Y continúa: “El proceso de disputa de sentidos en la vida cotidiana es un proceso de largo aliento. Muy interesante partir, discutir, plantear de una disputa de sentidos tomando la calle como escenario”.

La marcha como la hemos aprendido, como la estamos practicando, como la vemos, es uno de los escenarios más históricos en los que las organizaciones hemos tomado la calle. Pero María también nos advierte que la marcha está agotándose, que está perdiendo la capacidad de comunicar, de disputar sentidos: “Está anquilosando sus formas y métodos, no está recreando nuestra política”. Nos invita a pensar cómo en las marchas se reproduce la lengua masculinista y supone un operativo muy ampuloso para un resultado tan convencional: “Antes de la marcha, sabes el contenido y el desenlace de la misma. Y al mismo tiempo, la marcha sólo es un despliegue de cantidad. Eso es muy peligroso para nosotras”.

‘Toda bandera es una camisa de fuerza’, y nos ponemos a reflexionar y compartir experiencias callejeras. Galindo nos dice que no debemos dejar que se embanderen nuestras luchas, como así tampoco regirnos por parámetros cuantitativos para analizar nuestras disputas de sentidos, porque esto es peligroso. Aquí, Galindo toma el ejemplo de los antiderechos, los pañuelos celestes que, desde la ola verde, comenzaron a hacer contra-marchas. Y nos pone en estado de alerta: “Estamos en una transición a un neoliberalismo fundamentalista y neofascista. En todo este tiempo, han estado trabajado por debajo y, ahora sí, ya están listas (como las iglesias que pueden hacer un despliegue de calle). Es una nueva política, ¿cómo vamos a enfrentar eso? Esto es bastante grave”.

La voz pública

Todos los movimientos, las iniciativas, las luchas políticas, necesitan construir una voz pública: es fundamental, nos dice María. Y no necesariamente un medio de comunicación es una voz pública. “Porque hay un montón de iniciativas, de medios alternativos que no construyen voz pública. Porque, en realidad, vivimos la ficción neoliberal capitalista de que Facebook pone el medio de comunicación en tus manos. Entonces, eso también ha disminuido el esfuerzo de una red, hasta cierto punto. Necesitamos construir una voz pública y, desde mi punto de vista, una palestra, un lugar desde donde comunicarnos con la sociedad, no necesariamente con el Estado”.

La marcha es un código instalado en los medios de comunicación, su relato mediático ya está escrito antes de que suceda. Si es así, ¿qué estoy comunicando? Con esta pregunta, no se trata de invalidar la marcha como formato de lucha, pero sí preguntarnos qué otros formatos de intervención callejera comunican, disputan sentido, recrean nuestras luchas y, gracias a eso, se puede construir una voz pública que instala debate social.

Galindo vino también a convidarnos un formato, el de la acción callejera: “Lo que hacemos lo comenta la vendedora de la calle, el chofer, el tío, el primo y los medios de comunicación si bien hacen su relato, el tipo de lenguaje que usamos permite que haya muchas interpretaciones (…) el tipo de intervención que estamos proponiendo también es posible al interior de una marcha”.

Acción poética, acción política

“Son las acciones las que construyen la voz pública con la sociedad. Desarrollemos tantas acciones como necesitemos”.
María Galindo.

“¿Qué es lo importante de una acción, compañeras? Ustedes determinan la agenda, ustedes proponen. Nosotras podemos decidirlo. No necesitamos más que nuestros cuerpos, nuestra propuesta y la calle. Y eso lo tenemos a disposición siempre”.
María Galindo.

Se trata de un formato que permite intervenir de forma sorpresiva en eventos oficiales, espacios públicos y, a su vez, planificar nuestra intervención, trabajar en grupos variables donde el número no es lo principal. Ya sean largas, cortas, relámpagos, numerosas o no, las acciones han construido la voz pública de Mujeres Creando:

“El primer texto de la acción es nuestro CUERPO, el cuerpo siempre comunica. Y construimos el lenguaje de nuestra acción en base a METÁFORAS”.

Las metáforas tienen la capacidad de simbolizar y representar. María nos advierte que el formato de intervención pública es muy efectivo, es un desafío a la creatividad porque se construyen lenguajes y poética de luchas, que es lo que las marchas han perdido. Y cuando habla de poética, no se refiere al lirismo, sino a la capacidad profunda de conmover, de convocar, de cuestionar, de romper con el adormecimiento social neoliberal. Si no se disputa sentido, no hay acción.

Galindo impugna el concepto de “performance” para el trabajo que hacen como Mujeres Creando: “Nosotras hablamos de acciones porque su raíz es la lucha política. Para la enunciación de utopías, la convocatoria de sentimientos, para la convocatoria a otras personas a sumarse, para la denuncia. Estamos ahí”.

La acción permite una pluralidad de discursos. La acción es también una metodología, un instrumento que se puede usar de la manera más versátil que nos podamos imaginar.

Nuestra libertad está aquí

“Córdoba es una ciudad conservadora, pero si tú eres una mujer revolucionaria y estás en Córdoba, Córdoba también es revolucionaria. ¿Por qué vamos a decir que lo que es hegemónico es lo que es?”.
María Galindo

Una acción, en principio, tiene un lugar, un motivo, un objeto simbólico central, una acción caracterizada por un verbo y un título.

“La acción es un instrumento que no viene del arte contemporáneo que no va al arte contemporáneo, sino que viene de la lucha social y va a la sociedad. Es por ello que la acción no tiene didáctica: no queremos enseñar, explicar, convencer, no queremos vanguardizar. Tiene poética”, dice Galindo.

El registro: “Los medios empezaron a traducir las acciones, vaciarle la poética. Los medios venían y te preguntaban, ¿qué quiere decir esto? Es como que, en medio de un orgasmo, te corten”. El registro puede hacerse con una cámara dramática y otra documental: “El público se convierte en personaje, el contraste entre público y actores le da la dramaticidad audiovisual. Lo que me interesa filmar es cómo lo que tú estás reflejando, se refleja en tu mirada”, explicita María.

La acción es una herramienta política colectiva para construir luchas sociales, nos dice María, acción que nos permite intervenir desde una lógica metafórica, muy de la calle: “La lucha tiene que ser fresca, sabrosa, divertida. Si no, vamos a aburrirnos y amargarnos, y eso no puede ser”.

Fotografía y feminismo

Mar y Natalia son parte de Colectivo Manifiesto y nos vienen a proponer una lógica colectiva de construcción de conocimientos, al igual que María Galindo. Comenzaron el taller planteándolo desde la horizontalidad con una consigna: nunca dejar de interrogarnos sobre lo que hacemos como comunicadoras fotógrafas. Esto derivó en una primera pregunta: ¿Qué es eso de autopercibirse fotógrafa feminista?

Acción y reflexión

La invitación fue a hablar de fotografía y feminismos, a revisarnos y conversar sobre las imágenes que producimos, la praxis callejera. Acción y reflexión, atravesadas por un momento particular en el que los interrogantes caen sobre nosotras con el peso y la fuerza de la marea verde y violeta.

Mar Sánchez Rial y Natalia Roca son fotógrafas parte de Colectivo Manifiesto. Su propuesta pedagógica más fuerte fue la pregunta. Trajeron también algunas respuestas que fueron encontrando en su larga trayectoria y praxis en torno a la fotografía. Tenemos que irnos con más preguntas que con respuestas, nos advirtieron: “No podemos perder el eje de autorreflexión permanente. En un contexto como el que estamos atravesando, esto es imperativo. Creemos que es nuestra responsabilidad ir más allá siempre, porque somos productoras de discursos y estamos convencidas de que ahí hay un poder transformador y una potencialidad de transformar el pensamiento o, al menos, generar intrigas en otras personas”.

Realizamos un trabajo de reflexión en torno al cuerpo y cómo son representados en nuestro contexto social político actual. La herramienta de la fotografía aparece como arma de comunicación masiva que llega donde, muchas veces, la palabra no. ¿Cómo aparecen nuestros cuerpos en los grandes medios de comunicación? ¿Cómo nos percibimos?

Cuerpos y miradas

“Vivimos en el patriarcado que es la más grandiosa coartada de los hombres, los legitima, les da la razón, los apuntala aunque estén errados, aunque sean equívocos, aunque fallen, aunque sean nefastos, torpes, depredadores, aunque destruyan”.
Marcela Lagarde.

“Los cuerpos de las mujeres no les pertenecen a ellas, sino a las instituciones, las iglesias, a los Estados, pertenecen a instituciones sociales como la familia o la pareja y a los hombres. Podemos afirmar hipotéticamente que, en el patriarcado, cualquier hombre puede apropiarse del cuerpo de cualquier mujer a través de la violencia, y como nosotras no somos un puñado de músculos, huesos y neuronas fragmentadas, sino que somos seres humanas, al apropiarse de nuestros cuerpos, se apropian también de nuestra subjetividad. Esa condición opresiva sexual es la marca patriarcal sobre las mujeres”.
Marcela Lagarde.

El cuerpo de una es el cuerpo de todas. El cuerpo aparece como el inicio y territorio de todas nuestras luchas: “Nosotras creemos que, en esto de hablar y reflexionar sobre el cuerpo, está asentado sobre el cuerpo mismo de las mujeres en tanto territorio este sistema opresivo en el que estamos, no solamente a través de las praxis que se dan en la vida diaria y en las instituciones, sino que, además, hay un sostenimiento de cada una de esas prácticas a través de la cultura de la imagen, sobre todo, en la publicidad”, afirma Mar.

De allí, la necesidad de despatriarcar la mirada, cuestión que fue trabajada no tanto en términos de representación ni cómo nos representan, sino cómo construimos, como fotógrafxs, como emisorxs de discursos, un lenguaje distinto.

¿Puede una publicidad ser feminista?

“La publicidad sigue el esquema del pensamiento hegemónico, dando certezas a las y los consumidores que se habita un mundo conocido, donde podemos encontrar hombres y mujeres con rasgos bien definidos y antagónicos. Hombres y mujeres serían opuestos complementarios que se definirían en función del otro, de esta manera, si las mujeres están llamadas a ser sensibles, frágiles y hermosas, los hombres serán mostrados como rudos, fuertes e independientes”.
Marcela Lagarde.

La publicidad sostiene y crea una serie de valores, de identidades hegemónicas, y deja de lado lo que no es funcional al sistema, no se visibiliza. Es una herramienta de comunicación masiva que está al servicio del sostenimiento del capitalismo y afirma los valores mercantiles, dice Natalia y plantea que, para nosotrxs, como comunicadorxs, es importante detectar cuáles son esos valores que se están representando, ya que somos nosotrxs quienes vamos a poder incidir y trabajar sobre y en esos lugares simbólicos para subvertirlos de alguna manera.

El cuerpo es un territorio que está en disputa y las luchas feministas de hoy nos exigen reflexionar sobre la autonomía de nuestros cuerpos, nos dicen Mar y Natalia. Y se preguntan: ¿contra qué discursos estamos discutiendo? En ese sentido, nos invitan a no perder de vista que lxs comunicadorxs siempre estamos en diálogo con otros discursos que circulan en la sociedad: “Nos encontramos con un discurso imperante, más manifestado en la publicidad, pero presente en la pintura, en la literatura, en el retrato que se han hecho sobre el cuerpo de las mujeres”.

Analizamos varias imágenes. Desde la tapa de la revista Vogue donde aparece Yalitzia Aparicio, la protagonista de la película Roma (2018), hasta el discurso de Dolce y Gabbana, una imagen donde una mujer está tomando un café mientras la están violando.

Reflexionamos acerca de cómo hemos naturalizado muchas de estas imágenes, hasta que los feminismos y los diálogos desnaturalizadores nos permitieron advertir la violencia y pensar cómo construimos nuestra mirada fotográfica: “Nos sirve que, entre todas, empecemos a pensar de qué manera somos representadas las mujeres, trans, no binaries, lesbianas. Partimos de la base del reconocimiento del problema, para producir imágenes que produzcan un efecto contrario”, afirma Natalia.

En ese sentido, la mujer como objeto y la cultura de violación, aparecen como marcas fuertes e históricas en el discurso publicitario: “Estamos produciendo discursos que dialogan entre sí. No podemos negar que estos discursos publicitarios siguen circulando y estando mayoritariamente, si bien entendemos que aparecen críticas que empiezan a llegar a la publicidad. Las revistas duran mucho tiempo, pasan y perduran hasta en el consultorio médico. No sólo estás vendiendo la ropa, el perfume, estás vendiendo un cuerpo armado por el patriarcado”, dice Mar.

Yolanda Domínguez, artista visual, fotógrafa y activista española, posee un trabajo audiovisual que se llama “Niñxs vs moda” y que ayuda a problematizar estas cuestiones. En ese video, vimos la literalidad con que lxs niñxs dicen lo que ven en las publicidades: mujeres muertas, dislocadas, que requieren ayuda. Nos preguntamos: ¿Qué pasa con esas miradas de niñxs cuando crecen? ¿Hay un quiebre? ¿Qué nos pasa? ¿Qué pasaría si fueran varones quienes estuvieran ocupando el lugar de violentados en esas fotos? ¿Cuál sería la percepción de esxs niñxs? Es necesario problematizar cuán naturalizada tenemos la mirada hegemónica, la influencia de las instituciones, la iglesia, la escuela.

“¿Qué significa despatriarcar la mirada? Significa detectar esto que se está dando y pensar cómo hacemos para darlo vuelta desde la herramienta de la imagen”, dice Natalia. Construimos varias ideas juntxs a partir de las imágenes que visualizamos. Se juega con la perversidad, con el sufrimiento y el consumo al mismo tiempo, sentidos asociados a destruir el sentido de la solidaridad: “Hay que reconocer que la mirada que cuenta este mundo es la del hombre blanco, europeo, heterosexual y que, en ese mundo, el cuerpo de la mujer es un objeto más de ese mundo. Y es narrado siempre desde ahí”, afirma Mar.

¿Qué es este cuerpo hegemónico que tenemos construido? ¿Qué sucede en las pasarelas de las grandes diseñadoras cuando aparecen cuerpos que representan “lo exótico”, cuando las publicidades de Benetton muestran la diversidad en clave hegemónica? ¿Cómo la moda absorbe la diversidad de cuerpos? ¿Cómo lo subversivo se ve apropiado por la publicidad?

Natalia nos trae a Marcela Lagarde para pensar el proceso de apropiación de quienes producen imágenes en clave capitalista: pasamos a ser propiedad de quien fotografía, pasamos a ser lo que otrx quiere. La publicidad busca cooptar las luchas del momento para mantener el modelo de consumo actual, reflexionamos. Un ejemplo muy claro es una de las publicidades de Nike con el slogan Just do it o la publicidad de Always, donde leemos que los feminismos buscan ser domesticados, reducir y convertir las luchas en algo que venda.

El acto fotográfico

El acto fotográfico está envuelto por una serie de decisiones, decimos nosotrxs. Como comunicadorxs fotógrafxs, apostamos a generar un vínculo con quienes fotografiamos, posibilitar el diálogo: hay allí una mirada, un médium y un referente: “Lo más difícil es cómo hacer para generar dicho diálogo donde no hay tiempo para estos vínculos, por ejemplo, en una marcha”.

La selfie como acto fotográfico tiene algo de genuino: en el momento mismo del acto fotográfico, se da unívocamente “el cómo unx se quiere mostrar ante el mundo”, “La selfie está cargada del modo que nos percibimos. El cómo yo me quiero mostrar. Es un acto como sujetx y, al mismo tiempo, es individualista, puede estar cargado de narcisismo y de estereotipos, clichés y mandatos hegemónicos”.

“Me cuesta ponerme”, dice Mar y reflexiona sobre el uso y circulación de esa selfie: dónde la posteas, quién la va a ver. A su vez, nos advierte sobre las aplicaciones que permiten modificar el retrato obtenido: te agrandan los ojos, te blanquean, te difuminan. Es necesario reconocer ciertas estéticas, interpelar los cuerpos hegemónicos. La mirada feminista tiene que atravesarnos a todas todo el tiempo.

“Despatriarcar la mirada, en un punto, nos plantea despatriarcar la vida. Despatriarcarnos a nosotras mismas, en relación a nuestra vida diaria, nuestros vínculos, lo que percibimos, para expresar una mirada, luego en la cobertura, en la marcha o donde sea, desde una posición más amplia, infinita, abierta de lo representado. Despatriarcarnos primero en el modo más cotidiano”, afirma Natalia.

¿Quiénes faltan? ¿Cómo hacemos para retratar la diversidad? ¿Cómo retratar los espacios íntimos? ¿Cómo retratamos la transversalidad?: “Una mirada feminista no puede no tener sensibilidad y empatía. El relato lo estoy hablando a partir de los diálogos que estamos teniendo. Es difícil tener una cámara cuando una entra a problematizar un rol, hay una situación de desigualdad, de qué manera bajar al máximo esa relación jerárquica en una búsqueda de romper la desigualdad”, dice Mar. Despatriarcar la mirada es borrar la posición de poder, romper las distancias, identificar los privilegios, descolonizarnos, desracializarnos, mirar con perspectiva interseccional, generar vínculos, no una mirada antropológica”, dice Nati.

“Nos debemos dar mayor producción y espacios a los mundos que queremos, a los mundos deseados. Antes, pasar por el cuerpo las problemáticas nos ayuda a situarnos. Pensar por fuera de la cobertura del acontecimiento, donde encontramos sus huellas en lo cotidiano, donde se tejen otras formas nuevos gestos, generar ese relato. Retratar desde las entrañas”, dice Nati.

¿A veces, la distancia puede sumar algo distinto? Quizás, tener desnaturalizadas ciertas cosas, pero fotografiar con distancia se acerca más a una foto ilustrativa, pero no desde adentro, cuando empieza a salir lo que otrx tiene para darte. Falta la voz de lxs protagonistas. Lo que podría hacer es abrir el juego. Como fotógrafxs tenemos el rol o la responsabilidad de abrir el juego, no dar nada masticado y que cada sujeto pueda sacar sus conclusiones.

Hablamos de nuestros roles, de cómo nos sensibilizamos cuando salimos a sacar fotos a la marcha de la Coordinadora Antirrepresiva, de tantos feminicidios, de las ganas de abrazar y de marchar. Y que esa, decidimos no sacar la foto dejándonos atravesar por lo que sea que esté sucediendo. “A mí me pasa respecto al rol, que te mezclás, en momento, sos militante y te olvidás de sacar la foto, me pasa mucho cuando hablan las Madres de la Coordinadora antirrepresiva, cuando ellas están llorando, me olvido de la foto y empiezo a llorar”, afirma Nadia de CORREPI.

¿Cómo mostramos el dolor, cómo hago que ese sea el retrato no de una víctima, sino de una persona que sufre y estoy acompañando? La cobertura del acontecimiento, a veces, parece un deber ser. Las fotos que no tomamos es una decisión. Para esa persona, para vos también.

La fotografía es un arma, es un objeto colonizador. Es por ello que debemos prestar mucha atención cuando llegamos a un territorio, a un lugar a sacar fotografías. Siempre tratar de entender cuáles son los códigos. El contacto con el cuerpo, el territorio, la manera de mirarnos, el idioma. Para Nati, es fundamental con quién te vincules, el contacto quien te acerca al lugar donde vas a fotografiar y la relación con esa persona: “Presto mucha atención al lenguaje corporal y asumo un diálogo: bajo al piso. Desde el gesto corporal. Cuando una se presenta, no es sólo con la voz, sino con la forma de moverse, con las miradas, la escucha. Juego con el humor, hago chistes tontos, el humor nos permite relajarnos, nos atraviesa y nos conecta. Romper esa distancia, mostrar mi vulnerabilidad, encontrar lo similar, nos acerca. Hay algo en el otrx que también hay en mí, somos espejos”.

Nos trae de regalo una frase de Jacques Prévert: “Incluso en el rostro más curtido, se enciende una luz, un destello de felicidad que se plasma en la fotografía que luego nos emociona, simplemente porque el propio fotógrafo estaba ya emocionado. Y una vez más, asistimos al misterio de la cámara oscura y nos percatamos de que cada retrato, independientemente del talento y de la habilidad del pintor o del fotógrafo es, en un cierto sentido, inevitablemente un autorretrato”.

 

Claves para el registro feminista

A partir del taller, pudimos elaborar colectivamente una serie de claves para pensar cómo realizar un registro feminista. Esto para nada pretende ser una receta de cómo sacar la foto feministamente correcta, pero sí nos permite tener algunas pistas, trenzarnos un poquito entre nosotrxs.

 

La Cátedra Libre Ideas Menores es un proyecto de formación impulsado por la cooperativa La tinta y cuenta con el apoyo de la Biblioteca Popular Julio Cortázar y la Fundación Rosa Luxemburgo. Fotografías: Colectivo Manifiesto.
Licencia Creative Commons 4.0. Córdoba, Argentina. 2019.

 

 

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