La primera obra de Mamani trata sobre el proceso de creación de la canción de Soy trabajadora del hogar con orgullo y dignidad. La pieza se compuso en colectivo, buscando que cada una de las 30 integrantes del proyecto aportara con sus esperanzas y expectativas para el programa radial.
“Cada quien puso una, dos palabras o una frase para que la canción tenga fuerza. Luego las compañeras de Pacto Verídico —hiphoperas trabajadoras del hogar— nos ayudaron a terminarla”.
Una proyección —a la izquierda de la sala, desde el ingreso— muestra un video de cuatro minutos, filmado por María Galindo. En él se muestra cómo esta colectividad creó una pieza icónica para su lucha y para la propuesta que crearon.
“Esa canción nos dio el empujón que necesitábamos y significó mucho. Ahí aprendí a perder el miedo a interpelar a la sociedad. A mostrar que las trabajadoras del hogar también existimos y que no solo pensamos en lavar y planchar. Tenemos opiniones sobre lo que sucede política y económicamente, por ejemplo”.
Uno de los textos impresos en el piso y paredes de la sala, justo al frente de la puerta, titula Trueque, práctica milenaria convertida en un engaño y es la segunda propuesta de Mamani. Data de 2017 y revela que hay personas que llegan a Achacachi para intercambiar productos sin fecha de vencimiento y en mal estado, por lo mejor de las cosechas de esta comunidad rural paceña.
“Mucha gente inescrupulosa lleva productos —sardinas, picadillos, por ejemplo— que en la ciudad nadie compraría. Están abollados o vencidos y a cambio, piden lo mejor de la quinua, papa o haba de los comunarios. En muchos casos las fechas de vencimiento se han borrado, todo para que no se pueda verificar su estado. Este es un abuso que se comete en las áreas rurales y que la gente contempla como si fuera normal, mientras los comunarios se están envenenado”.
El ensayo sobre los dormitorios de las trabajadoras del hogar está compuesto por fotografías y testimonios en audio. Fuera de relatos de las trabajadoras, se pueden oír las respuestas de representantes del Colegio de Arquitectos de La Paz, interpelados por Mamani y sus compañeras en 2009.
“Dijeron que construyen habitaciones que están pensadas como depósitos, pero con inodoros. No hay una normativa que establezca las dimensiones básicas y se excusan en esto. Piensan que como pasamos la mayor parte del tiempo en la cocina no necesitamos espacio en los cuartos”.
En esa ocasión los diseñadores reflexionaron y aceptaron las críticas. Sin embargo, una década después las cosas siguen igual. En las imágenes, que son actuales, se pueden ver habitaciones y cómo las dimensiones obligan a sus habitantes —que en muchos casos son varias personas— a vivir hacinadas, con poca ventilación y luz.
También hay un plano de una construcción reciente donde el esquema del cuarto de cuatro metros cuadrados se repite.
La última obra es una reproducción continua de los videos que Mamani sube a su canal de Youtube, La chola bocona. En ellos reflexiona sobre su identidad y cómo esta imagen está siendo utilizada para aparentar inclusión.
“No soy solo la chola youtuber. Y no soy una artista. Soy una radialista, investigadora. Una mujer contestataria, que cree que es posible denunciar y provocar a través de estas obras. Tengo que aprovechar estos espacios para hacerme escuchar. No como chola adorno o de fondo, sino como la chola pensante que soy”.